sábado, 5 de março de 2011

Conversaciones con Luís Berrutti

Conversaciones con Luís Berrutti

¡Quiero salir del cuadro!

Por José Agulló
 
¡Maestro! ¡Maestro!, gritamos, para llamar la atención de nuestro duende-artista. Acabábamos de entrar en el taller-estudio-fundación de Luis Berrutti. Acude Berrutti a nuestro encuentro efusivo y cordial, hay intercambio de saludos y después de los preliminares, pasamos inmediatamente a la acción, es decir, conversamos durante toda la tarde de arte en general, pero sobre todo, del suyo propio.

Caminamos por un pasillo-galería al aire libre que comunica la vivienda y el estudio de pintura con los talleres de grabado y escultura. Pasillo todo él cubierto, para proteger de los fenómenos naturales los grandes lienzos pintados al óleo de distintas etapas de Luis Berrutti, exhibidos sobre la contundente pared de piedra.

Ante cada uno de sus cuadros surgen preguntas y obtenemos respuestas. Berrutti se explaya contándonos y explicándonos, con todo lujo de detalles, los pormenores de cada obra, tanto el significado como la técnica empleada: nos introduce en el misterio de su pintura.

Formas abstractas, orgánicas, perfiladas, flotando en un ambiente sórdido, irreal, mágico… tratado todo con jugosidad plástica, matérica, con riqueza de color, con pincelada suelta, atrevida, nerviosa, dotando de ilusorio movimiento a esos seres misteriosos, “duendes”, según Berrutti, que inspiran a nuestro artista durante su trabajo a altas horas de la noche o le acompañan en sus paseos nocturnos a la luz de la Luna. Duendes de ciudad, de campo, duendes del día, de la noche… En esas formas a veces se intuyen caras…

Sí, sí… se pueden ver caras, pero no es mi voluntad. Cuando estoy dibujando y no veo el motivo, cuando se está viciando el movimiento o cuando estoy pretendiendo o tengo la intención equívoca de forzar las cosas… no lo hago, ¡quieto! Dejo los pinceles y la paleta, cojo el bastidor y le doy la vuelta completa y, entonces, ya no tengo ese condicionante de que estoy aceptando algo que no tiene salida y que no veo, que no intuyo, que no presiento… Entonces, no sigas. Le doy la vuelta al cuadro y ya tengo obra nueva, se me abre otra ventana. Entonces, hay una interacción, entre que, yo pido, yo propongo y el cuadro es el que resuelve. Entonces, me acerco con pausa, lentamente, nunca trabajo con prisa… voy dejando… he conectado, hemos conectado… Porque llega un momento que concibo el cuadro como alguien, algo… autónomo, que está vivo, que ya va teniendo vida propia… Entonces, eso es la obra, qué estaba buscando sin conocer nada de ella.

Y habla y habla, Berrutti, con seguridad, con contundencia, con expresividad, como su pintura, como su escultura, como sentando cátedra, intentando transmitirnos toda la pasión que pone y experimenta durante el proceso de realización de cada una de sus obras, desde la preparación e imprimación del lienzo, pasando por el esbozo preparatorio, las primeras pinceladas y manchas, hasta la completa culminación del cuadro. Todo explicado con suma precisión, con teatralidad, como moviéndose en un escenario, en una obra de teatro, en el que estuviera viviendo su propio papel: el de artista plástico.

Pasamos, a continuación, a su estudio de pintura. Varios lienzos grandes reposan, inacabados, en sus correspondientes caballetes. Amontonados en los rincones, obras de mediano y pequeño formato, la mesa de trabajo con los pinceles metidos en tarros, las espátulas, la paleta, los tubos de pintura… Olor a aceite, a trementina, ambiente de trabajo, de trabajo creativo.

Una obra nos llama la atención, un cuadro grande en proceso de elaboración, una especie de cajón de madera, poco profundo, con el fondo pintado a la manera de Berrutti e insertadas en los laterales unas ramas delgadas y retorcidas de enebro que cruzan el cuadro de parte a parte y que el artista va pintando e integrando con el fondo, creando así una obra tridimensional, compuesta, en parte, con elementos de la Naturaleza…

Bueno, quiero salir del cuadro, ya estoy saliendo del cuadro, y esto aquí me interesa, esta calidad, estas texturas, este dejar sugerir, pero no terminar… Y allí, los materiales que estoy sacando del bosque, mi bosque de enebros, los traigo y los pongo aun verdes, porque no tengo tiempo, no quiero parar, los veo y me pongo a hacerlo, ya se secarán aquí… Y meto los palos, los sujeto con alambres… Ahora ya están secos, los limpio un poco, les doy una preparación de aceite de linaza, aguarrás y fungicida, y ya le doy pátina de color donde lo pida, para que se integre. Pero, la intención es ir haciendo escultura, sacar esto de aquí y ponerlo ahí, y voy armando solamente con palos, voy armando una escultura-pintura, un nuevo volumen, otro habitante del espacio interior que yo vengo utilizando y que es real: hay un espacio interior y otro exterior. Ese espacio interior lo quiero yo ocupar, llenar, hacerme dueño de él, simplemente con maderas, con la naturaleza, ir eligiendo, armar con lazos y atarlas, hasta aguantarlas… y tú dices, bueno, pero eso es efímero. ¡Qué va! ¡Qué va! Lo preparo muy bien. Que después le aportamos color… que después aportamos mallas aquí… Sobre las mallas hago mis caligrafías, escrituras, amalgamas…

Aromas, texturas, sonidos, música… A Berrutti le encanta la música, sobre todo le interesa la música clásica contemporánea. Se acompaña con ella mientras trabaja, además de con los duendes… Por eso, su obra parece tener musicalidad, danza (de duendes), sonido…

Tienen sonido, sí… De hecho, la impresión mía sobre las próximas obras es que estoy volviendo a construír algo que ya había iniciado en Ibiza, es decir, trabajando con cajas en lugar de bastidores, cajas… que, bueno, no me queda casi ninguna… se fueron prácticamente todas a Alemania, porque los alemanes se interesaban mucho por el abstracto mío y esa concepción tridimensional. Entonces, lo que pretendo es ir incorporando en las próximas obras, que concibo como espacios sensoriales: el sonido, las texturas, el aroma… y la participación física del espectador.

Percibimos en sus últimas obras, además de esas cualidades que él pondera, la intensidad del color, de los colores primarios, debidamente matizados, pero rodeados de una gama de grises y negros, como para potenciar aún más esas luces; tendencia quizás influenciada por su frecuente trabajo nocturno, rodeado de oscuridad, del relativo silencio de la noche…

Me interesa, necesito, cada vez más, el silencio profundo. ¿Ese silencio sabéis a qué me lleva? A una miríada de percepciones, a una miríada de posibilidades. Porque, entonces, cuando entras en ese silencio profundo, en esa oscuridad profunda, comienzas a percibir otras cosas, tan ricas o más, que has dejado de escuchar, de observar y de abrirte, porque estás rodeado de lo que aparentemente es riqueza, pero no lo es.

Es, Luis Berrutti, un artista contemplativo, que necesita de la Naturaleza para poder crear.

Vivía en Madrid, pero ya no podía seguir allí. Le resultaba difícil centrarse, estaba condicionado y decidió venirse a la sierra. Buscó y buscó, hasta dar con el fantástico lugar en el que se encuentra actualmente. Con sus propias manos y su propio esfuerzo fue levantando, poco a poco, las estructuras que comprenden su vivienda y sus diversos talleres, además de hacer su obra artística (quizás sus amigos duendes le echaron una manita; tal vez sea ese su secreto). Solo él sabe lo que le ha costado todo ello, el instalarse aquí…

Me ha costado muchísimas horas de sueño, muchísimas… Porque he dormido pensando en cómo debía hacerlo, cómo llegar, qué hacer primero… Pero, sí, con la convicción de que estaba haciendo lo que tenía que hacer. Porque, no es que yo haya elegido este lugar. Yo, sencillamente, me dejo influir, me abro, me sensibilizo antes… Sé que hay una ciudad… Salir, salir de la metrópoli y venirme otra vez a vivir con la Naturaleza, en la Naturaleza… y verme a mí mismo vivir en actitud contemplativa… El sitio me eligió a mí.

Berrutti salió de su país de origen, Uruguay, y decidió continuar a París, su anhelado sueño. Desembarcó en Barcelona, en donde la cantidad de arte que vio le hizo dudar de si quedarse allí o seguir hacia su meta soñada. Pero, finalmente, decidió irse a París. Después de dos años y medio en la ciudad de las luces, volvió a España y se instaló en Ibiza, en plena Naturaleza. Pasado un tiempo se vino a Toledo, después Madrid capital, como comentábamos antes, hacia este impresionante y bucólico rincón de la Sierra madrileña, en donde se inspira y trabaja en casi total soledad. Pero, después de 37 años fuera de casa, Berrutti, siente nostalgia de su tierra natal, mucha nostalgia…

Sí… sí... Vamos otra vez a reandar los caminos… ¿Sabéis lo que quiero hacer? ¿Sabéis lo que necesito hacer? Recorrer los senderos, recorrer los caminos que transité cuando estaba aprendiendo a pintar y a observar. Todo está en los senderos, en los caminos rurales, en las vías pecuarias, esas vías pecuarias comidas por la tremenda erosión de miles y miles y miles de cabezas de ganado… Hacen canales, han gastado tanto la tierra, que yo caminaba por esos canales, que tenían y tienen más altura que yo. Era tal misterio meterme por esas venas de la tierra, tierra roja, por donde pasaba el ganado… Recorrer todo eso y juntar esqueletos, escarabajos… Es decir, me iba haciendo con una naturaleza… Y ¿quién, quién me enseñó a ver todo eso?, mi padre, un hombre trabajador del campo.

Salimos, seguidamente, al exterior, a un entorno cada vez más poblado por los frutos artísticos de la otra faceta creativa de Berrutti, la escultura. Hay figuras humanas, duendes, animales y una extraña y variada fauna pululando por todas partes, enfrascados en sus siempre estáticos quehaceres, indiferentes a las miradas y comentarios críticos. Formas realizadas en todo tipo de materiales: piedra, madera, hierro, barro… Y más recientemente, una suerte de artefactos helicoidales, colgados de un cable de acero, que se mueven y giran al capricho del viento, todo ello construido con pequeños fragmentos de hierro batido y soldado. Un trabajo impresionante que, igualmente, sorprende, instalado sobre unas rocas, a las luces del atardecer. Esculturas que Berrutti ha ido sembrando a su alrededor desde que arribó a este lugar y que, lentamente, sin prisa pero sin pausa, van extendiéndose y adentrándose en el perfumado bosquecillo de enebros que circunda los talleres del artista, poblándolo e interactuando con los frondosos árboles, robles, encinas y fresnos, con las olorosas jaras, con los cantuesos en flor, con las hieráticas rocas, con las aves cantoras, con los insectos reptantes y voladores… convirtiéndose en nuevos habitantes del entorno, habitantes silenciosos, misteriosos, enigmáticos…


Las esculturas que sigo haciendo con materiales naturales, materiales orgánicos, como las gavillas… continúo con ellas, entonces, las esculturas van a habitar, van a estar integradas dentro de un volumen de cristal, de vidrio, lo que se llama vidrios tensados, planchas de vidrio estirado que salen de las máquinas con burbujas y sombras. Quiero que la escultura se meta dentro, pero que tenga espacio suficiente para que tú entres por aquí, des vuelta en torno a la obra… y salgas por el otro lado. Digamos, como un tránsito en espiral, pero irregular, amorfa… Y ahí vive la escultura, afuera, bajo la lluvia. Y la escultura, o combinas con ella, o participas de ella, o desde afuera la ves, traslúcida, no transparente. Esa sería la solución para que las obras no se deterioren estando a la intemperie.

Todo esto y mucho más va formando parte de la Fundación Berrutti, entidad creada con la intención de difundir la obra de Luis Berrutti y evitar, al mismo tiempo, la dispersión de la misma. Igualmente, se celebran exposiciones, performance y conciertos.

Fundación Berrutti
Carretera comarcal 610 km. 4

(La Cabrera-Valdemanco)
28729 Valdemanco

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